Jornada II - Laurencia y los villanos. 
LAURENCIA: 
¿Qué hacéis aquí, afeminados, 
hombres sólo en la apariencia, 
en conversación infame, 
que no sentís vuestra afrenta? 
Gallinas, y aun no gallinas, 
pues ya saben volver éstas 
los picos contra el milano 
que sus polluelos le lleva. 
¿Qué pastor hay tan cobarde 
que, con gritos, hondas, piedras, 
no libre del lobo vil 
la ya acometida oveja? 
Una hormiga, si la quitan 
el grano que avara encierra, 
muerde atrevida al contrario. 
Un mosquito se sustenta 
de la sangre de un león, 
y hasta la más torpe abeja 
acomete vengativa 
a quien roba sus colmenas. 
Pues, gallinas, el milano 
se atreve a las pollas tiernas 
de vuestro lugar y casas, 
¿y no vengáis vuestra ofensa? 
El lobo bárbaro os roba, 
villanos, una cordera 
delante de vuestros ojos, 
¿y le dejáis ir con ella? 
Volved, hormigas cobardes, 
por la agostada cosecha 
del honor que os han quitado 
de un traidor las insolencias. 
Aún menos sois que mosquitos, 
pues ninguno hay que se atreva 
á sacar sangre afrentosa 
a quien derrama la vuestra. 
Mas, pues, vuestra cobardía 
llevar los panales deja, 
del colmenar de la fama 
zánganos sois, que no abejas. 
No os llaméis hombres, cobardes; 
ceñid al lado las ruecas, 
pues no sabéis ceñir armas 
más que para la apariencia. 
Si como sabéis guardar
las espadas que las vean 
desnudas contra tiranos 
guardarais las hijas vuestras, 
no las violara la injuria; 
mas si las espadas vuestras 
son vírgenes, mal podréis 
defender tantas doncellas. 
¡Que a vuestros ojos un hombre 
haga torpe y loca presa 
en una frágil mujer, 
en una vecina vuestra! 
¡Que os lleve con ella la honra, 
y que no tengáis vergüenza 
de vivir y no vengaros! 
¡Que estéis de aquesa manera 
conversando unos con otros
como si en paces o fiestas,
contárades las hazañas
que emprendistes en la guerra!
Diez leguas de Zaragoza
vivís, y la gente de ella
son espejo de las armas,
blasones de la nobleza.
¿Cómo se os pega tan poco,
decid, gente aragonesa?
¿Por qué afrentáis vuestra pata
afeminados en ella?
Si no sois para vengaros,
llamad las mujeres vuestras;
pedidlas que os desagravien,
quejaos llorosos ante ellas,
y mientras se arman valientes
y la aguja en lanza truecan,
el acero por las galas,
las espadas por las ruecas,
quedaos en casa vosotros,
hilad, barred, viles hembras;
jabonad y haced colada,
que aunque la hagáis, yo estoy cierta
que no sacaréis las manchas
que en vuestra honra el agravio echa,
si no es con sangre enemiga
que es la más eficaz greda.
¿Calláis? ¿Teméis? ¿No venís?
Mas ¿para qué? No os den pena
injurias de vuestras hijas,
comprad trompas y muñecas;
jugad, niños, que es razón
que mientras vive Laurencia
ella tomará venganza.
¡Vive Dios! Que en vuestra afrenta
ha de mudar, gente vil,
el traje y naturaleza,
por que os enseñe a ser hombres,
siéndolo vuestra Laurencia.
Bandos hay en Aragón;
volviéndome bandolera,
no he de dejar hombre a vida.
¡Guárdese de mí mi tierra!
Que en vosotros los primeros
he de vengar mis ofensas,
y vestidos de mujeres
sacaros a la vergüenza.
El que hombre fuere, mis agravios sienta.
¡Al arma! ¡Don Guillén, serranos, muera! (Vase)
